Como quedó dicho al inicio de este blog, allá por el mes de octubre del pasado año, su razón de ser entre otras, es dar a conocer el mundo de las Cofradías y de hablar de algo que nos
gusta, de nuestras cofradías, de sus vidas, de sus historias, de sus
quehaceres y afanes, mostrando la belleza de nuestras imágenes devocionales y de los
desfiles procesionales, poniendo en común nuestras vivencias. Vivencias que sean de quien sean a todos nos enriquecen. Hoy participa en este blog Enrique Hernández Campos, Ex-Hermano Mayor de la Venerable Cofradía de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos cuenta la vida de su cofradía desde su fundación al día de hoy. Para los que nos gustan las Cofradías y la Semana Santa de Valladolid es un bonito relato. Le agradezco de corazón su participación y también le emplazo a que siga colaborando con este blog para difundir la riqueza humana y espiritual de las cofradías de Semana Santa, en ocasiones tan maltratadas.
¡Un
momento!... Aquel momento, tan enormemente solemne y desgarrador, aquel
instante de Cristo muerto y solo en la Cruz, de tan grandiosa desolación, que
el terror se apodera hasta de sus mismos discípulos, que ocupándose, lloran a
su Maestro muerto, fue el que inspiró la constitución de la Cofradía de la
Preciosísima Sangre.
Un
pequeño núcleo de fieles, cristianos, al apreciar, que a un acto tan conmovedor
no se lo rinde tributo, en la cada vez más edificante Procesión del Santo
Entierro (actual Procesión General), ideó formar una hermandad, que acompañase
al Señor en ese día, y al efecto, por D. Alberto Guiloche, se trató de llevar a
la práctica esa idea, solicitando audiencia al Sr. Arzobispo. Concedida
ésta, el día 6 de abril de 1929, tuvieron el honor de ser recibidos por el
entonces Prelado de la Diócesis, Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Remigio Gandásegui, D.
Millán Aragón, D. Joaquín Berruguete, D. Modesto Díez, D. Alberto Guiloche, D.
José Gonzalo, D. Mariano González, D. Félix Gitrama, D. César Gardoqui, D.
Antonio Gardoqui, D. Juan Hernández, D. José Jover, D. Ricardo Larrucea, D.
Leopoldo Mata, D. Francisco Matero, D. Juan Millán, D. Ramón Martín, D. Andrés
Martín, D. Isidoro Martínez, D. Pedro Plaza, D. Alfonso Ramos, D. José Mª
Rivero, D. Francisco Rosique y D. Segundo Montes, los cuales testimoniaron a su
Excelencia su agradecimiento por haberles autorizado a asistir corporativamente
a acompañar a Nuestro Señor en la Procesión del Santo Entierro (Viernes Santo,
29 de marzo de 1929), aunque no tuviera aún esta agrupación carácter oficial
alguno.
Excmo. y Rvmo. Sr. Don Remigio Gandásegui
(Arzobispo de Valladolid 1920-1937)
Seguidamente
tuvieron la íntima satisfacción y gran honor de escuchar de sus labios, frases
de tan feliz acogida como la siguiente:
“ ... y vi con suma complacencia como, espontáneamente, sin elemento
propulsor alguno, sin más que mi aquiescencia, surgía esporádicamente, como
producto de una conducta única, hija de su fe católica, un conglomerado de
elementos, los más heterogéneos entre sí, desconocidos unos de otros en su
mayoría; se unieron con el sólo fin de acompañar en su Santo Entierro el Cristo
muerto, vistiendo las colores de su Preciosísima Sangre en su cuerpo y los del
luto por su muerte en su cabeza y pecho...”.
A
continuación, su Ilustrísima discurrió ampliamente sobre la constitución,
régimen y fines de la Cofradía a estos efectos, autorizándonos para que, previa
solicitud, que acogería con mucho afecto, se confeccionara un Reglamento para
su vida futura. Siguiendo este preámbulo, termina así la exposición de motivos
de la nueva Cofradía:
“...cuyo fin, no deseamos se circunscriba a acompañar al Cristo en su
Entierro; que abarque tanto como su título obliga: de la Preciosísima Sangre de
Nuestra Señor Jesucristo, pues si derramar la sangre humana de un inocente
clama justicia, la de un Dios, clama
reparación, desagravio, amor; y como es indudable que la casi totalidad de los
que han tenido la fortuna de conocer la idea cristiana llevan en el seno de su
alma, más o manos adormecido, pero latente, el sentimiento cristiano y la fe
católica, sea nuestro fin, hacer pasar este sentimiento de la potencia al acto,
en todos los momentos de la vida, ya que Cristo no derramó su sangre por los
suyos, ni por su pueblo, ni por su raza, sino por toda la Humanidad”.
Presentada
y admitida la instancia, fue aprobado el Reglamento por decreto de la Autoridad
Eclesiástica de fecha 11 de marzo de 1930 por el que se ha regido la Cofradía
hasta la fecha.
Debido
al auge tomado por la Cofradía, fue necesario introducir en el Reglamento,
modificaciones que recogieran en todo momento nuestras necesidades y
aspiraciones, tanto en el orden religioso, como en el interno de la misma, y
fruto, todas ellas, de minucioso estudio.
Los
primeros años fueron duros. Don Alberto Guiloche tomó las riendas de la
Cofradía, siendo el primer presidente del que dispuso la Cofradía. Las
reuniones de la Junta de Gobierno se llevaban a cabo en unos salones sitos en
la iglesia de San Felipe Neri o en los domicilios particulares de los miembros
de la directiva. Al fundarse la Cofradía, las personas que querían darse de
alta en la misma, tenían que pagar una peseta de entrada y luego una cuota
mensual de dos reales, pagaderos trimestralmente. Aportando además y por
prorrateo, los gastos que se ocasionen durante el año y los que se generasen
por las salidas en procesiones de Semana Santa.
En
estos primeros años, se discutieron temas tales como la conveniencia o no de
llevar hábito en las procesiones, ya que los primeros años se salía de traje;
la medalla que nos representaría (a comienzos del año 1931 se aprobaba en Junta
General la implantación de la medalla que deberían portar todos los cofrades);
los estandartes que nos acompañarían en las procesiones (en 1930 se elige por
unanimidad el llevar como insignia un pendón encarnado con la cruz negra), o la
adquisición de unos “innovadores” hachones de luz eléctrica.
No
disponiendo de sede -la Iglesia Parroquial de Santa Mª de la Antigua, designada
como sede oficial, estaba cerrada al culto al estar en fase de remodelación- ni
de talla propia, la Cofradía de la Preciosísima Sangre (por indicaciones del
Sr. Arzobispo) es recibida por la Ilustre Cofradía Penitencial de Ntra. Señora
de las Angustias en su Iglesia Penitencial, permaneciendo allí hasta 1952.
A las puertas de la Penitencial de las Angustias con el Prelado de la Diócesis
En
1930, el Presidente de la Preciosa Sangre solicita formalmente dar culto a la
imagen “Cristo de los Carboneros”, propiedad de la Cofradía de las Angustias y obra
de Francisco del Rincón (s. XVII). Y se acordó celebrar una fiesta religiosa
anual al Santo Cristo Crucificado, en la Capilla en la que estaba ubicada la
imagen en la iglesia de Ntra. Señora de las Angustias. Se celebraría todos los
años el día 1 de julio, fecha en que estaba enclavada la fiesta de la “Preciosa
Sangre” en el calendario eclesiástico. En 1935 y en años sucesivos, para dar
más solemnidad a la fiesta, se decide organizar y obsequiar con una comida a
los pobres pertenecientes a la Cofradía y a la Parroquia. En esta fiesta de la
Preciosa Sangre, después de la Misa Solemne, se imponía la medalla, a aquellos
que se habían dado de alta en la Cofradía; así mismo se hacía este acto en la
Novena que se celebraba en honor del Hermano Mayor en la Santa Cruz. Con los
años la celebración de esta festividad se fue perdiendo, hasta que felizmente a
finales del s.XX fue recuperada.
En
estos primeros años de existencia de la Cofradía tan solo participaba en la
Procesión del Santo Entierro, en la tarde del Viernes Santo. En la primera
salida procesional por las calles de Valladolid, se alinearon alrededor de 40
cofrades que portaban hachones eléctricos, y consiguieron la confección de sus
primeros hábitos, que se componían de túnica roja con peto al pecho y espalda
de terciopelo negro, capirote, guantes y zapatos negros, colores de sangre y
luto (en 1949 se agregó la capa de color rojo); y obtener como caso excepcional
permiso para revestirse en los soportales del Teatro Calderón, frente a la
Iglesia de las Angustias, con los riesgos añadidos de la época, teniendo en
cuenta que eran años muy difíciles para manifestaciones religiosas al amparo de
la calle. En la citada procesión, y como única penitencia, sólo se podía ir
descalzo, posteriormente se fueron agregando otro tipo de elementos como las
cruces... En 1931, previa disposición del Excmo. Prelado de la Diócesis, la
imagen iba escoltado por ocho cofrades, los cuales debían llevar vela
litúrgica.
Fueron
años muy duros, con escasos medios, tanto económicos como personales, y que
sólo con el entusiasmo de unos pocos, especial mención para los Sres. Morate y
Soto, pioneros en los trabajos más comprometidos, lograron que el proyecto
continuara adelante, y la Cofradía de la Preciosísima Sangre fuera un referente
en la Semana Santa de la ciudad de Valladolid. Como anécdota singular, para darnos
una idea de las dificultades reales, recordamos una de las recomendaciones más
elocuentes del Hermano Mayor, Sr. Guiloche en las primeras salidas
procesionales, y era que hicieran caso omiso a las provocaciones que desde el
gentío se lanzaban a los hermanos cofrades, desoyeran los insultos, y por
supuesto no utilizaran los hachones para defenderse físicamente de los más
atrevidos y desconsiderados, haciendo suyo el reto de Cristo, camino del
Calvario.
Una
vez resueltos los trámites oportunos, y con la excelente predisposición que
discurrió entre las Hermandades de las Angustias y de la Preciosa Sangre, se
inició la construcción de una carroza, que transportara dignamente la Sagrada
Imagen, con una plataforma de madera, dos ejes centrados, uno de ellos giratorio
para facilitar las maniobras de conducción. Se instalan cuatro candelabros de
latón, con veinte lámparas de 5w, y una greca remate en la parte inferior de la
plataforma de madera, frente a la cruz 44 lámparas tipo vela alumbraban de
forma tenue la imagen del Crucificado, dando una visión angustiosa y muy exacta
a la vez, del momento trascendental de la muerte. La carroza, dadas las buenas
relaciones que manteníamos con la Cofradía de las Angustias, fue alojada en la
Sala de Pasos, contigua a la Iglesia. Costó la cantidad de 1.000 ptas.
Por
acuerdo de la Junta General, a finales de 1931, se procedió a realizar
inventario de los objetos propiedad de la Cofradía, valorándose y asegurándose
todos ellos contra incendio. Los citados objetos eran los siguientes: una greca
de bronce de veinte piezas con funda, 4 barras agarradero metal de la carroza,
20 tulipas y 20 lámparas flama–candelabros de la carroza, 44 velas
eléctricas–peana de la carroza, 65 lámparas eléctricas–peana de la carroza, 100
velas eléctricas para la procesión, 65 lámparas eléctricas para la procesión, 1
pendoneta damasco con vara y cruz, 2 bastones insignia con puño, 2 bastones
insignia con cruz, colgaduras para carroza y guardamalletas, 6 túnicas
conductores carroza completas, 14 medallas de cofrade, 1 carroza con
instalación, 4 candelabros carroza con funda, 2 sabanillas, 2 candelabros misa,
4 candelabros propiedad del Sr. Mozo, 1 reflector con bombilla, ½ tablero para
sacar la carroza, 1 matraca en poder del Sr. Jover. El total inventariado
ascendía a 4.865 ptas.
En
1935 se acuerda en Junta General la reforma de los hachones, diseñándose en
madera pintados de negro y con la cruz en rojo, serían sin tulipa y con velón
de cera virgen.
Tras
la Guerra Civil, la Hermandad de Mutilados de Guerra se incorpora a desfilar en
las procesiones, acompañando a la Cofradía. Los Caballeros Mutilados por la
Patria, vistiendo el uniforme militar, portaban un artístico estandarte, donado
por el General Pimentel, cuyo anverso es fiel trasunto de la Medalla de
Sufrimientos por la Patria, y en la otra cara, el escudo de España, todo él con
primorosos bordados rematados en metal por el emblema del ejército, submontado
por la cruz de la Cofradía. Durante
y una vez concluida la Guerra Civil, entre las obras de caridad que realizaba
la Cofradía, se acordó dar unas invitaciones para una comida, la entrega de una
peseta y una cartilla para retirar tabaco a veinte soldados heridos en la
guerra -los mutilados de guerra eran miembros de honor de la Cofradía-, esto se
sufragó con fondos de la Cofradía y la colaboración de los cofrades que lo
deseasen, por previa suscripción. Concluida
la Guerra Civil se acuerda también dar una comida a los heridos en la guerra
recientemente terminada, como ya se había realizado años anteriores,
celebrándose el Domingo de Pasión.
Los
años 40 son motivo de curiosidades y actos que ilustran el crecimiento
espiritual y organizativo de la Hermandad. Así en 1941 se toma la decisión de
realizar un Novenario al Santo Cristo como acto religioso principal de la
Cofradía, entre los días 22 al 30 de marzo. Las fiestas religiosas que
celebraba la Cofradía, además del solemne novenario, eran el Vía Crucis todos
los miércoles de Cuaresma, los Divinos Oficios, el Depósito de los Tres Credos
y Tres Salves el Viernes de Dolor, el Triduo dedicado a la Preciosa Sangre y
algunos otros más.
La
tradición del novenario perduraría en el tiempo hasta que fue sustituido por el
actual Santo Quinario, que viene celebrándose en las semanas inmediatamente
anteriores al Domingo de Ramos.
El
cargo de Hermano Mayor data de 1942, y es la persona que asume la dirección de
la Cofradía. Este cargo, sin embargo, empezó siendo honorífico, ya que la verdadera máxima
autoridad de la Cofradía era la del Presidente.
Entre
otros acuerdos se aprueba la conveniencia de adquirir unos cordones para la
medalla con una borla en la parte posterior, para que se pudiesen distinguir
los directivos del resto de cofrades. De ese modo los cofrades sabrían a quién
dirigirse ante cualquier inconveniente en las procesiones.
Asimismo,
la Junta Directiva propuso a la General la realización de una Sección de Honor,
integrada por aquellas personas cofrades o no que hubieran realizado algún
mérito, tales como trabajos, aportaciones o donativos en beneficio de la
Cofradía, llegando a formar parte de ella personalidades tales como el Conde de
Mayalde, el Ayuntamiento de Valladolid o el Gobernador Civil de la ciudad.
En
1943, nuestra mayor desilusión se centró en la comunicación recibida de la
Dirección General de Bellas Artes, y que por el deterioro considerable de la
imagen -Cristo de los Carboneros- y la carcoma que progresivamente va dañando
la madera, debía ser restaurada de inmediato y como consecuencia dejar de ser
procesionada durante unos años. Debido a esta comunicación, se generaron
algunos enfrentamientos entre ambas cofradías, ya que la Preciosa Sangre
presentó un comunicado al Sr. Arzobispo solicitando la cesión de la talla para
hacerse cargo de su restauración, a lo que la Cofradía de las Angustias se negó
rotundamente. Tras este pequeño conflicto, la relación entre ambas cofradías
recuperó su maravillosa sintonía. El culto a la imagen continuó en la iglesia,
pero se tuvo que buscar otra imagen de un crucificado para participar en las procesiones.
Fue
entonces, cuando se solicita la imagen de Cristo en la Cruz de Juan de Juni (S.
XVI), que se venera en el Convento de las RRMM Catalinas, donde dice la
historia popular que a los pies del crucificado, descansan los restos del
escultor. Durante unos años se procesiona, con gran alegría, por haber
solucionado momentáneamente el vacío producido, pero una vez más la belleza
está reñida con la disposición humana, y una grieta en el pecho del Crucificado
y un gran riesgo inminente de deterioro de la policromía, provocado por la
lluvia, obligan a pensar definitivamente en poseer una imagen propia.
Habían
transcurrido algunos años cuando la Cofradía empezó a participar en la recién
creada Procesión de Caridad y Penitencia, en la tarde del Jueves Santo. Había
una religiosidad especial en esta procesión. En los años 50 esta procesión, en
obsequio de los privados de salud y de los privados de libertad, salía a las
cuatro de la tarde, formando a la puerta de la iglesia parroquial de Santa Mª
Magdalena con el paso titulado “Cristo del Perdón” en primer término (hace más
de cuarenta años salía el Cristo del Despojo), al cual seguían los de la
“Quinta Angustia”, de Gregorio Fernández, que se venera en San Martín, asistida
por la numerosa Cofradía de la Piedad, y la magnífica escultura de “Cristo
Crucificado”, obra auténtica de Juni, alumbrada por la Cofradía de la
Preciosísima Sangre. A las cuatro en punto salía el Clero parroquial de la
Magdalena, con cruz alzada, poniéndose en marcha la procesión en cuanto se
incorporaban a ella los profesores de la Facultad y Colegio de Médicos, en ella
congregados, y todos juntos se aproximaban a la entrada del Hospital de la
Resurrección, donde se entonaba una devota plegaria.
Cumplida
esta obra de piedad, se dirigían todos por la Avda. de Ramón y Cajal hasta
Chancillería, de donde salía el ilustre Colegio de Abogados y el personal de la
Excma. Audiencia que deseaba asociarse a la segunda visita, haciendo la
penitencia de recorrer el trayecto que media hasta la Prisión Provincial, ante
la cual se situaban los pasos, cantando los presos las coplas de penitencia
“Perdón, oh Dios mío”.
A
la vuelta, la Excma. Audiencia y Colegio de Abogados proseguían vía recta hasta
Chancillería; pero el resto de la procesión, torciendo por la iglesia de San
Pedro, proseguía hasta dar frente al Sanatorio Antituberculoso, cuyos enfermos
recibían el consuelo de esta visita espiritual, y al efecto, situados los pasos
en la carretera, pero dando frente al Sanatorio, se entonaba una plegaria. Los
señores profesores y Colegios de Médicos entraban en la Facultad, la Cruz y el
Clero en la parroquia de la Magdalena, y las Cofradías, apagadas ya las luces,
acompañaban a sus pasos a sus respectivas iglesias.
Entre
las anécdotas más destacadas acontecidas en el seno de la Cofradía desde la
fecha de su fundación, no puede olvidarse la sucedida a finales de los años 40
o primeros años del decenio de los 50.
En la Procesión General de la Pasión (Año 1.950)
Era costumbre que en la noche del Martes
Santo se efectuara el traslado del Cristo de Juan de Juni desde el Convento de
Santa Catalina a la Iglesia Penitencial de las Angustias. Los hermanos de carga
del paso, por un error de interpretación, no se presentaron en la noche citada
a recoger la imagen. Tan solo se encontraban media docena de cofrades en la puerta
de la Iglesia de Nuestra Señora de las Angustias, esperando que llegara la
imagen, los cuales, ante la tardanza, ni
cortos ni perezosos se dirigieron al Convento de Santa Catalina tratando de
averiguar el motivo de la demora. La llegada al convento a altas horas de la
noche, la penumbra en que se encontraba la iglesia, debilísimamente alumbrada
por la lamparilla del sagrario y un rayo de luna que se filtraba a través de
las rejas del coro, daban a esta escena un ambiente de misterio. En el suelo se
encontraba ya la sagrada imagen dispuesta para el traslado, pero con tan escasa
luz sólo destacaba la palidez del cuerpo del Señor, dando la sensación de ser
un verdadero cadáver.
Al
fin se decidieron, y tomando la imagen con su cruz a hombros la trasladaron
desde el Convento de Santa Catalina hasta la Iglesia de las Angustias. No fue
fácil el traslado, pues hubieron de soportar un peso de más de quinientos kilos
a repartir entre los pocos cofrades “cirineos de ocasión”, que acabaron su
voluntario “camino del calvario” con una gran satisfacción y “dolor”.
El
24 de febrero de 1952, la Cofradía de la Preciosísima Sangre, después de haber
permanecido acogida en la Iglesia Penitencial de Ntra. Señora de las Angustias
desde su fundación en el año 1929, por designación del Excmo. y Rvdmo. Prelado
de la Diócesis, se traslada a la Iglesia Parroquial de Santa María de la
Antigua, una vez culminada la total restauración de la Iglesia y su reapertura
al culto, después de casi medio siglo de haber permanecido cerrada por el grave
deterioro producido por la humedad, teniendo en cuenta que el cauce de río
Esgueva circundaba la zona sur del templo.
Cuentan
las crónicas de la época, con artículos publicados por "El Norte de
Castilla", que el día 23 de Febrero de 1952, a las 12 de la mañana, tuvo
lugar la ceremonia religiosa de la consagración del Altar Mayor; que fue
realizada por el señor Vicario General D. Ángel Sánchez, por delegación de su
Excelencia reverendísima, en virtud de las facultades apostólicas que para ello
tiene. En el sepulcro del altar-ara, depositó las reliquias de San Miguel de
los Santos, confesor, cuyo cuerpo tenemos en la Iglesia de San Nicolás, y de
los santos mártires San Inocencio y San Mansueto...
El
día 24 de Febrero, a las 19:30 de la tarde se puso en marcha, desde la
penitencial de las Angustias, la procesión traslado del Santísimo, con que se
iniciaban los actos de apertura. Abría la marcha la cruz procesional con
ciriales, y formaban los niños y niñas de las escuelas y colegios enclavados en
la circunscripción parroquial, las cofradías y asociaciones y las cuatro ramas
de Acción Católica, con sus banderas y estandartes. La Cofradía de la
Preciosísima Sangre, que fija su sede en la parroquia, con todos los miembros
revestidos con túnica, y acompañados de la Cofradía de Ntra. Señora de las
Angustias. Acompañaban el cortejo todos los sacerdotes de la ciudad, y presidía
el Reverendísimo Prelado de la Diócesis, que portaba el Santísimo bajo palio.
Cerraba la presidencia constituida por las excelentísimas autoridades locales.
Un
gran gentío se agolpaba en las aceras de las calles por las que discurría la
religiosa comitiva, como muestran las fotos del mencionado diario, a la llegada
al templo parroquial, que siempre presenciaron con gran recogimiento y devoción.
A la llegada de la procesión a la Iglesia de la Antigua, fue expuesto el
Santísimo Sacramento, y oficiada una estación por el Rdo. Sr. cura párroco,
cantando seguidamente un solemne “Te Deum” de acción de gracias, oficiando de
pontifical el mismo Sr. Arzobispo.
En
1952 la Cofradía encarga al imaginero Genaro Lázaro Gumiel una talla inspirada
en el Crucificado de Juan de Juni, pero que fuera de tamaño superior al original, con la única orientación de unas
fotografías enviadas por la Cofradía. Se habla con el Arzobispo Antonio
García y García que está de acuerdo con los criterios de la Cofradía.
En
1953 procesiona por primera vez esta talla, llamada “Santísimo Cristo de la
Preciosísima Sangre”, a la que se da culto en la capilla de los Tovar de la Iglesia
Parroquial de Sta. Mª de la Antigua.
Santo Cristo de la Preciosisima Sangre
En 1955 se estrena para la ocasión una
carroza que destaca por ser guiada sin lanza, y con un mecanismo de abatimiento
de la imagen para entrar y salir de la iglesia. Este proyecto de carroza fue
posible sobre todo, a la desinteresada aportación de los cofrades Fernando de
Andrés y Enrique Hernández Muñoz, y fue llevado a cabo en los Talleres Vulcano.
Se completó el proyecto merced al innumerable conjunto de donativos de cofrades
y hermanas de devoción, así como de otras ilustres autoridades locales y
organismos oficiales, en cuestación especialísima y sin parangón en toda su
historia, llevada a cabo por la Junta de Gobierno de la Cofradía, al frente de
la misma se encontraba D. Saturnino Gutiérrez.
Para
culminar con éxito este proyecto inicial, se procede al acople de unos
candelabros de bronce (donación del entonces Gobernador Civil, Alonso
Villalobos), una greca de latón para el zócalo, con unos cristales rojos de
fondo, que dejasen pasar la iluminación interior repartida de forma equilibrada
por todo el conjunto y unos medallones
en bronce, donados por el Excmo. Sr. D. Maximino Bartomeu, Capitán General de
la Región Militar y el Excmo. Sr. D. Vicente Muñoz Calero, Gobernador Civil,
ambos miembros de la Sección de Honor, y que ya se habían estrenado en 1950 en
la carroza antigua.
El eje giratorio se sustituye por un volante direccional
con rótulas, al modo de los vehículos de tracción mecánica, y al colocarse las
faldillas e impedir ver a las “brigadas de empuje” que van alojadas en el
interior, se produce una sensación un tanto especial, al ver a la Sagrada
Imagen como flotando en el Calvario. Incluso como gran novedad se alumbró el
INRI de la Cruz, aunque el primer año del invento no tuviera éxito por haberse
estropeado el sistema. La nueva carroza quedó tan majestuosa que provocó el
halago y la admiración de todos los asistentes a la procesión de la Pasión.
Se
complementaba con un acompañamiento especial de Bandas de música, cuya
actuación era muy costosa, siendo una de las primeras invitadas a la
participación la Banda Municipal de Madrid, sólo de cornetas, y la de Torrejón,
ambas con unas intervenciones envidiables, en cada una de las citas a las que
acudieron.
En
1954, y coincidiendo con la celebración del 25 Aniversario de nuestra
fundación, se nos concede el título de Venerable.
Hermanos de la Venerable Cofradia de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo
En
la década de los 70 es concedida a la Cofradía la Procesión de la Buena Muerte,
en la noche del Lunes Santo, acompañando al Cristo del Olvido (1720), de Pedro
de Ávila, que se venera en la Iglesia de San Felipe Neri. La procesión recorre
las calles adyacentes a la Catedral, la Universidad y el Palacio de Santa Cruz
y se realiza estación de penitencia en el Santuario de la Gran Promesa ante la
imagen del Sagrado Corazón.
Cristo del Olvido
Los
años 80 son de aparente tranquilidad, destacando la fabricación de la bandera
que actualmente nos acompaña en las procesiones.
En
los años 90 la Cofradía comienza a incrementar su número de cofrades, llegando
hasta los 840. En la actualidad son aproximadamente 750 los cofrades que forman
parte de la Cofradía. Se rompe la costumbre de mantener en el cargo de Hermano
Mayor a una persona por un tiempo casi indefinido, produciéndose en estos años
el paso de hasta tres Hermanos Mayores: don Ignacio Gutiérrez, don Sebastián
Cano (este como Presidente temporal de una Junta Gestora) y don Pablo Marcos,
precursor este último de importantes obras y cambios, tales como la reforma del
calvario de la carroza o la fabricación de nuevos hachones eléctricos y varas.
Suya
fue la última modificación de los estatutos, que fueron aceptados por Capítulo General el 28 de noviembre de 1999,
presentados en el Arzobispado el 20 de diciembre de 1999, y aprobados con fecha
de 1 de febrero de 2000. Como Asociación Pública en la Diócesis, además de por
los Estatutos propios, la Cofradía se rige por los cánones propios de dichas
Asociaciones (en especial el 312 al 320 del Código de Derecho Canónico), por el
Directorio diocesano de las Cofradías de Semana Santa (B.O.A. 1991, págs.
67-78) y por las normas diocesanas para estas asociaciones.
La
llegada a la presidencia de don Enrique Hernández Campos, supuso para esta
Cofradía un soplo de aire fresco producto de su juventud, caracterizado por su
talante integrador, innovador y de apertura, pretendiendo ser referente en la
Semana Santa de Valladolid. Se decide dedicar una parte de los ingresos anuales
a obras caritativas, colaborando de forma activa con Médicos sin Fronteras,
Caritas y ANESVAD. Así mismo se realiza una fuerte apuesta por recuperar en lo
posible e incrementar el patrimonio de la cofradía. Se apuesta por la gente
joven y se multiplican las actividades sociales, culturales y religiosas en la
Cofradía.
En
marzo de 2002, se produce el acto de hermanamiento con la Cofradía del Bendito
Cristo del Amparo de la vecina localidad vallisoletana de Corcos del Valle.
Durante
el período cuaresmal, previo a la Semana Santa del año 2002, celebraba nuestra
Cofradía, en el Salón de Cabildos de la Iglesia Penitencial de Ntra. Señora de
las Angustias, un solemne acto académico en recuerdo de los años que ambas
Cofradías compartieron sede. Habían transcurrido ya cincuenta años desde que la
Cofradía se trasladó a la Iglesia de la Antigua, y se quiso recordar la
efeméride con unas conferencias a cargo de dos de los antiguos máximos
representantes de ambas Cofradías y con una Solemne Eucaristía presidida por el
Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo de la Diócesis, D. José Delicado Baeza, en cuyo
transcurso se hizo una oración especial ante la imagen del Santo Cristo de los
Carboneros. La Cofradía de las Angustias, para recordar especialmente estos
actos, hizo depositar su firma a nuestro Hermano Mayor, don Enrique Hernández
Campos, en su libro de honor. Se aprovechó para recuperar la bella tradición de
ofrecer una Eucaristía cada primer domingo de cuaresma al Sto. Cristo de los
Carboneros, presidida por ambas directivas en la iglesia de las Angustias.
Como
colofón a todos estos actos y durante la Semana Santa, el día del Jueves Santo,
a la conclusión de la procesión de “Penitencia y Caridad”, la Cofradía de la
Preciosísima Sangre hizo una visita extraordinaria a la Cofradía de las
Angustias, celebrándose un solemne acto de recepción en el interior del Templo Penitencial.
En
este mismo año de 2002 se produce una novedad en la Procesión de la Buena
Muerte. El Real Colegio de San Albano, que desde el año 2000 acoge las
reuniones de la Junta de Gobierno y las diferentes comisiones de la Cofradía,
se incorpora como visita obligada en dicha procesión.
Cristo del Olvido frente al Real Colegio de San Albano
Una vez concluido el acto
de penitencia en el Santuario Nacional, se realiza una ofrenda floral y se
entona la Salve Popular ante la imagen de Nuestra Madre Santísima la Virgen
Vulnerata. Con el tiempo, este encuentro se ha convertido en uno de los
momentos más esperados y seguidos por todos los amantes de nuestra Semana Santa,
debido a su emotividad. Desde este año, el Real Colegio de San Albano (los
ingleses) pasa a formar parte de la Sección de Honor de la Cofradía.
En
el año 2003, se celebraba el 50º aniversario desde que Genaro Lázaro Gumiel
tallara nuestra imagen titular. La imagen fue restaurada para la ocasión y tuvo
el honor de presidir el Pregón de Semana Santa de la ciudad. Fue un momento
emotivo para todos los cofrades el poder contemplar una talla moderna en el
acto previo a la Semana Santa de este año en el altar mayor de la Santa Iglesia
Catedral. Entre otros actos la Cofradía tuvo el honor de recibir en su sede y
durante la celebración de nuestro Santo Quinario y Besapié, al nuevo Arzobispo
de Valladolid, D. Braulio Rodríguez Plaza.
En
la Semana Santa de este año, se incorporan a nuestro patrimonio una cruz-guía y
unos faroles en madera noble y plata, realizadas en Motril por el Maestro
Orfebre Gaspar Aragón.
El
transcurso de los años ha hecho evolucionar la antigua Procesión de Caridad y
Penitencia, hoy de Penitencia y Caridad, en la que ya no se hace parada en la
prisión provincial y sí en los hospitales; y desde la Semana Santa del año
2003, en el asilo de “Nuestra Señora del Carmen”. Participa conjuntamente con
nuestra Cofradía, la Cofradía de Ntra. Señora de la Piedad, con sus pasos Cristo de la Cruz a María y La Quinta Angustia.
Coincidiendo
con el 75º aniversario de la fundación de la Cofradía, en el año 2004, se
llevan a cabo diversos actos, destacando entre los mismos: el protagonismo de
nuestra Cofradía y sus imágenes en la presentación de los carteles de la Semana
Santa de Valladolid -en 1956, con el Cristo de Juan de Juni, y en 1996, con el
Cristo de la Preciosa Sangre, fueron las otras dos fechas en que nuestra
Cofradía fue protagonista del cartel anunciador de nuestra Semana Santa-; la
presentación del libro “El peso de la
Cruz. 1929-2004” compendio y resumen de los 75 años de historia de la
Cofradía; un ciclo de conferencias que versan sobre cada uno de los Cristos
titulares que la Cofradía ha procesionado, época, autor y sociedad, a cargo de
Enrique Orduña -ex–Alcalde de la Cofradía de las Angustias-, Pablo Marcos
-ex–Hermano Mayor de la Cofradía de la Preciosísima Sangre- y Javier Burrieza -historiador-;
una exposición con el patrimonio más destacado; una Eucaristía extraordinaria a
celebrar el 21 de marzo; la Primera Edición del Premio Lázaro Gumiel a la Iniciatica
Cofrade, y una procesión extraordinaria que se celebrará el 27 de marzo y que
recorrerá el centro de la ciudad, llegando al Convento de las MM. Catalinas
(lugar donde se venera el Cristo en la Cruz de Juan de Juni) y a la Iglesia
Penitencial de las Angustias (donde se rinde culto al Cristo de los
Carboneros). Así mismo, se incorporan a nuestro patrimonio un Libro de Reglas,
y cuatro varas en madera y plata para la Junta de Gobierno.
Coincidiendo
con la finalización de los actos del 75 aniversario, finalizó también el
mandato de d. Enrique Hernández, siendo sustituido por dña. María del Pilar
Alonso al frente de la Cofradía. Durante los años que ha estado como Hermana
Mayor, ha consolidado el Premio Lázaro Gumiel, ha promovido la construcción de
unas nuevas andas para el Sto. Cristo del
Olvido y ha fijado un Triduo en su Honor a celebrar en cuaresma, en la
iglesia de la Antigua. También se procedió a restaurar dicha talla.
Este
es a grandes rasgos un recorrido por la historia y anecdotario de la Venerable
Cofradía de la Preciosísima Sangre de Ntro. Señor Jesucristo, que lejos de
pretender ser reflejo exacto y concienzudo de todo lo acaecido en sus años de
historia, si quiere ser reseña de amor y seguimiento a Nuestro Señor
Jesucristo.
Fotografias tomadas de internet y de la pagina web de la Junta de Cofradías de Semana Santa de Valladolid. JCSSV
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